sábado, 31 de octubre de 2009

"Melrose Place"


En el capítulo final de "Melrose Place", Michael Mancini exclama: "¡Debe ser el agua de la piscina!.. Yo era una persona normal hasta que llegué aquí."


Michael no sólo hablaba de sí mismo. Nosotros también éramos normales hasta que llegó "Melrose Place", la primera serie que defendió la pura y simple maldad.


La dramedia de twenty-somethings devenida en magno culebrón de los noventa, "Melrose Place" fue criticada e incomprendida, pero nadie dejaba de hablar de ella.


En sus momentos de gloria, fue la gran soap opera de la televisión norteamericana; precisamente en una época en que ese género ya no estaba en boga.


Originalmente presentada como un spin-off de "Beverly Hills 90210", la serie se inicia con la llegada de Kelly Taylor al complejo de apartamentos en busca del motero Jake Hanson.


Él le da calabazas y la envía de vuelta a casa, mientras conocemos el lugar donde vive y a sus queridos vecinos.


Durante gran parte de la primera temporada, "Melrose Place" llevó un tono menor, pseudocotidiano y preocupada en abordar candentes asuntos sociales de una manera bastante superficial.


Por entonces, cada trama concluía en el mismo episodio en que empezaba, y la tensión estaba centrada especialmente en la química que se crea entre Alison y Billy, compañeros de piso y potenciales tortolitos.


La voluntad sensacionalista de la serie fue introduciéndose poco a poco, pero sin pausa ni posibilidad de retroceso.


Las deudas argumentales entre los capítulos se hicieron más fuertes.
Se cita como momento decisivo la llegada de Amanda Woodward, pero la irrupción de la cainesca Sydney Andrews y la vuelta a la vida de la psycho-doctor Kimberly Shaw fueron igualmente trascendentes en ese sentido.


Los personajes, esos yuppies cada vez menos cándidos y cada día más ambiciosos, se convirtieron pronto en parodias de sí mismos.


Michael era ahora un perrazo mujeriego, mientras las tres señoras Mancini se lanzaban a la riña gatuna a la mínima de cambio.


Por su parte, la independiente Jo se trocó súbitamente en una sufriente mujer apaleada, y Alison, la buena de la serie, recibía leña de todos y cada uno de los personajes hasta que la hicieron alcohólica.


La abeja reina se llamaba Amanda y todos caían presa en su colmena de media melena, minifalda ejecutiva y sábanas de leopardo.


La serie se hizo impensable sin su protagonismo y, así, se mantuvo hasta el final.
Sólo el tortuoso Doctor Peter Burns pudo quitarle el hito a esta inmortal perra.


"Melrose Place" empezó siendo un muestrario de caracteres actuales, donde se incluía un hombre abiertamente homosexual, y todo quedó supeditado al disparate melodramático, a la pelea por el tío más bueno y a la disputa por el poder.
Lo curioso es que fue un giro de lo más afortunado.


¿Para que queréis ser modernos y buenecitos, seres de Melrose, si lo que al final os interesa es ganar?


Con esa siniestra, pero auténtica, mirada a la forma de vida capitalista, "Melrose Place" es una bufonada total y una distorsión de la década de la pretendida sofisticación.


Su cliffhanger más famoso, donde la alocada Kimberly hace estallar los apartamentos, define las intenciones a la perfección.


Durante los siete años que duró en antena, fueron muchos los cambios que se vivieron en este muestrario de mentiras, engaños y puñaladas traperas.


El momento decisivo fue la quinta temporada, donde se despidieron muchos personajes clave y se reemplazaron por otros menos estimulantes.


A partir de ahí, la serie, aunque siguió manteniendo la atención, disminuyó en calibre de manera considerable.


Entre la disminución de la audiencia y el desorbitado salario de Heather Locklear, "Melrose Place" cerró puertas en 1999.


Años después, Chandler en "Friends" expresaba lo que todos sentíamos: "Dios, cómo echo de menos "Melrose Place".


Su remake/secuela ha pretendido sofocar la angustia, pero quizá es demasiado tarde; ya hay rumores sobre la inminente cancelación de este revival.


De momento, en próximos meses, llega la Locklear a animar el cotarro. La historia se repite.


Quizá "Melrose Place" no aguante ahora una revisión, pero, Dios, era tan jodidamente grande.

3 comentarios:

vertigo dijo...

Pero, ¡qué recuerdos!.
Yo siempre he dicho que fue mejor que "Sensación de escupir", las tramas eran más duras, intensas e interesantes. El personaje de Daphne Muñiga ( o como se escriba) me apasionaba. Tuvo muchos que fueron muy grandes pero los femeninos eran los que animaban más el cotarro.
Y como bien dices Jos, Amanda era muy pero que muy perra!!

saludos!

Ernesto dijo...

Jo! Qué me gustaba a mí esta serie cuando se embrolló todo! Aún tengo pesadillas con la escena en la que Kimberly se quita el pelucón para descubrir su calva frente al espejo, sin duda una de las mejores locas catódicas!

Josito Montez dijo...

Sin duda, las mujeres de "Melrose" siempre fueron mejores.
A mí también me gustaba Daphne Zuñiga, pero mi corazón siempre perteneció a Marcia Cross, desde esa inolvidable escena que comenta Arguifonte.